Cómo una pandemia alteró globalmente la salud mental de la población

Artículo por el Doctor Ortiz, Director General de la Clínica, para El Espectador

A esta altura de la pandemia todos parece, se han convertido en expertos del Sars Cov 2, a medida que la pandemia ha ido avanzando se ha hecho un curso en epidemiologia, patología viral, salud pública, elementos de protección personal y actualmente en vacunas. Quizás la palabra más popular ha sido: “cuarentena” y los elementos de protección personal fueron incursionando en nuestras vidas.

Esos cambios a la rutina que gravitan en la percepción corriente hoy en día como las cuarentenas, el alejamiento social y las medidas conducentes a evitar el contagio y propagación del coronavirus se convirtieron en la etiología de una cascada de alteraciones en la salud mental de las personas.

Un estudio realizado en Corea del Sur en 2018 en la época de los brotes por MERS (Middle East Respiratory Syndrome) en una cohorte de pacientes hospitalizados encontraron que el 41% tuvieron diagnóstico de patología mental y tratamiento asociado. Ahora veamos como el Covid-19 afecta la salud mental de las personas.

El alejamiento social que es un o de los principales elementos de salud pública para controlar la pandemia se convierte en la principal generadora de alteraciones psicológicas que por razones asociadas van a producir algunos síntomas, pero puede evolucionar a un trastorno mental como insomnio, ansiedad, depresión y trastorno por estrés postraumático.

En una publicación reciente de la prestigiosa revista Lancet en enero de 2021 se analizan las secuelas del Covid-19 en los seis meses posteriores a la enfermedad en grupos de pacientes. Quizás debemos entender que la enfermedad no se limita a los días de la infección o al momento de la hospitalización, sino que va a repercutir en los pacientes de manera diversa y esto desde lo estadístico se está ya logrando publicar.

En este estudio se logran obtener del Hospital de Jin Yin-tan 2469 pacientes entre enero y septiembre de 2020. La conclusión de este estudio muestra que 6 meses después los pacientes que fueron dados de alta del hospital presentaron al menos un síntoma consistente en: debilidad muscular, fatiga, alteración en el sueño, ansiedad y/o depresión.

Pero lo llamativo es que los dos síntomas asociados a enfermedad mental como ansiedad y/o depresión fueron aproximadamente el 23% de los pacientes de este estudio de cohortes.

En este tipo de Pandemias que se prolongan en el  tiempo, que aumentan los niveles de incertidumbre, que muestran mortalidad inusitada, afectan familias de forma indiscriminada y cambian los patrones normales de socialización, interacción y comunicación podrán ser entonces generadoras de enfermedad mental.

Los primeros en enfrentar la patología mental serán los trabajadores de la salud que pondrán la cuota de mayor riesgo frente a la enfermedad y la relación médico pacientes se verá afectada de manera particular, los flujos de pacientes cambiarán, los protocolos se tendrán que revisar y el riesgo de coinfección y morbi-mortalidad será un absoluto presente en la práctica diaria. Lo demuestra un metaanálisis publicado en febrero de este año, por la escuela de salud pública de Pekín donde concluyen que de ese grupo de pacientes tuvieron depresión el 31,4%, ansiedad 31,9%, angustia 41,1% e insomnio 37,9%. Los pacientes con enfermedades crónicas no infecciosas (Cáncer, Hipertensión, diabetes, etc), personas en cuarentena y pacientes con Covid 19; tuvieron mayor riesgo de ansiedad y depresión que el resto de la población.  En la población general y trabajadores no médicos tenían menos riesgo de desarrollar estas enfermedades. Finalmente, los médicos y enfermeras desarrollaron mayor insomnio que el resto de la población.

La Organización Mundial de la salud (O.M.S) ha tratado de hacerle seguimiento por otro lado de la obvia y esperada caída en la atención en salud de los pacientes durante la Pandemia.  Realizaron una encuesta en 130 países la que mostró:

“Más del 60% informó de interrupciones en los servicios de salud mental para personas vulnerables, incluidos niños y adolescentes (72%), adultos mayores (70%) y mujeres que requieren servicios prenatales o posnatales (61%).

El 67% vio interrupciones en el asesoramiento y la psicoterapia; 65% a servicios críticos de reducción de daños; y el 45% al ​​tratamiento de mantenimiento con agonistas opioides para la dependencia de opioides.

Más de un tercio (35%) informó interrupciones en las intervenciones de emergencia, incluidas aquellas para personas que experimentan convulsiones prolongadas; síndromes severos de abstinencia por uso de sustancias; y delirio, a menudo un signo de una afección médica subyacente grave.

El 30% informó interrupciones en el acceso a medicamentos para trastornos mentales, neurológicos y por uso de sustancias.

Alrededor de las tres cuartas partes informaron al menos interrupciones parciales de los servicios de salud mental en la escuela y el lugar de trabajo (78% y 75% respectivamente).”

Aunque en la encuesta el 70% de los países implantó la telemedicina y el apoyo a distancia en salud mental, se encontraron elementos donde la aceptación y la eficacia de las mismas no ha sido adecuadamente comprobada. Por otro lado, la tecnología como factor importante favorece que los mejores resultados podrían estar en los países de mas altos recursos que han logrado mayores niveles de intervención.

De este grupo de países, aunque evidencian la importancia de incrementar el apoyo en salud mental y parece entienden el impacto social; solamente el 17 % tienen fondos adicionales para reforzar sus tradicionales planes de salud en sus respectivos países.

La O.M.S explica que la inversión en estos programas a nivel nacional puede repercutir en un retorno en productividad económica calculada en el ejemplo de los Estados Unidos en que por cada dólar invertido en prevenir depresión y ansiedad se retornan en productividad para el país 5 dólares.

En nuestro país aun no conocemos de ningún grupo de investigación; análisis similares o resultados que podamos evaluar a nivel regional. Pero la importancia de la salud mental se ha tornado una prioridad del Estado y que seguramente el gobierno nacional deberá impulsar en los próximos meses para que logremos seguir siendo un país con desenlaces en salud favorables que den retorno a los colombianos en términos de calidad de vida y crecimiento económico sostenible basándose en la mejor salud mental.