Hablemos de trauma civil en Colombia: Más grave de lo que parece

Si sumamos las victimas de infección por virus de inmunodeficiencia humana, la malaria y la tuberculosis estaríamos con el número aproximado de víctimas por traumatismos alrededor de los 5 millones en países en vías de desarrollo.

El estudio conocido como: Global burden of disease and risk factors proyectó que los traumatismos estaban en 1990 en más del 15% de los problemas de salud en el mundo y preveía que la cifra aumentará hasta el 20% para 2020. Es un análisis que debe generar preocupación porque lo que sigue confirmando el paso de los años es que la cifra en lugar de disminuir sigue con una tendencia en alza.

El impacto social de estas complejas lesiones con sus secuelas lleva a incapacidades prolongadas que muestran que los pacientes con trauma de alta energía en promedio requieren alrededor de un año para poder volver a sus actividades laborales.

En nuestro país la publicación del Instituto de medicina legal y ciencias forenses (INMLCF) de 2017 conocida como forensis muestra cifras muy dicientes de lo que nos está ocurriendo con esta epidemia que debemos enfrentar de la mejor manera y no esperar de forma pasiva el ingreso frecuente de heridos a los servicios de urgencias sin inmutarnos.

En 2017, al INMLCF fueron reportados 46.869 casos atendidos por accidentes de transporte; las lesiones fatales corresponden a 6.754 personas fallecidas (14,41%) y las lesiones no fatales reportan 40.115 personas lesionadas (85,59%).

La investigación y desarrollo para trauma en los distintos países termina siendo marginal o nula en muchos casos y lo dedicado en gasto per cápita puede ser irrisorio en muchos casos. Según la Organización Mundial de la salud (O.M.S) Bishai et al , han calculado que el gasto anual por persona en seguridad vial es de tan sólo 0,07 dólares en Pakistán y 0,09 dólares en Uganda; no disponemos en Colombia de estos datos, pero seguramente son bastante precarios.

Una comparación económica de un proyecto sobre prioridades en el control de enfermedades del Banco Mundial calcula que la construcción de topes o badenes podría costar de 2 a 5 dólares por año de vida ajustado en función de la discapacidad (AVAD) evitado, un costo menor que el costo por AVAD evitado mediante la administración de complementos de, por ejemplo, vitamina A y zinc, con o sin vacunación contra el sarampión (25 y 19 dólares , respectivamente). Cuando recorremos nuestras carreteras en Colombia encontramos las diferencias abismales en términos de seguridad, estilos de pinturas, señalizaciones, publicidad, errores de diseño , etc. Que al final nos demuestra el tropicalismo con que estos estándares de seguridad definen en muchos casos el riesgo permanente para el cuidado de las vidas que por esas vías se movilizan.

El INMLCF en sus análisis del medio de transporte muestra que, alrededor del 82% de las muertes y heridos en Colombia se concentran en los denominados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) “usuarios vulnerables de la vía pública” :peatones (26,50% – fallecidos y 19,78% – heridos), usuarios de bicicleta (5,55% fallecidos y 6,62% heridos) y los ocupantes de motocarro o motocicleta (49,82% fallecidos y 56,36% heridos). Es entonces evidente como el mayor porcentaje se esta quedando entre los usuarios de las motocicletas y no vemos campañas de restricción enfocada a la seguridad para lograrlo.

En una ciudad como Bogotá los accidentes de tránsito se han convertido en un evento catastrófico para muchas familias. Sin embargo, no se controla ni su circulación por vías rápidas, ni se hacen campañas de educación de formas y maneras de circular e interactuar por la vía pública, los peatones que asumen tenr la via no respetan cebras, no entienden el uso de los semáforos y de forma imprudente retan a los vehículos , el fenómeno de los bicitaxis que la adaptan motores inadecuados , carrocerías peligrosas, impericia en quienes conducen esos vehículos hechizos como si quisiéramos parecernos al mercado de Shangai y finalmente parece que es políticamente correcto no tocar a los motociclistas en términos de movilidad y prácticamente lo que se ve en las calles son las ordas de motociclistas que de manera indiscriminada han ido invadiendo sin control las vías y generando lamentables accidentes que crecen en frecuencia cada día.

En términos de la atención del trauma la situación es aún más compleja en nuestro país; pues no se han adelantado políticas que logren certificar centros de trauma y menos redes de atención para el manejo pre-hospitalario del mismo. Cuando alguien es víctima en la vía publica en nuestras ciudades dependerá de que ambulancia llegue al sitio, en que tiempo lo logre y dependiendo su filiación o negociación lo puede llevar al otro lado de la ciudad por acuerdos comerciales pactados previamente entre centros de salud y empresas de ambulancias y a un sitio que no necesariamente cumpla con los estándares de calidad para manejo del trauma.

Cada sistema de trauma regional civil debe ser único, un reflejo de la adaptación de las partes interesadas al sistema para satisfacer las necesidades locales basadas en las características regionales de la población, económicas y geográficas. Además, cada sistema es una entidad dinámica, que evoluciona en respuesta a las lecciones aprendidas, la revisión crítica y los cambios en la población. Pero no vemos esa madurez en nuestras áreas de influencia. El trauma se maneja en los servicios de urgencias igual que la neumonía adquirida en la comunidad o la migraña vascular. Perfectamente vemos los servicios de urgencias saturados de pacientes donde el trauma altera la expectativa en términos de oportunidad de atención al ciudadano de a pie que asiste por cualquier patología asociada al concepto de enfermedad general.

Aproximadamente la mitad de todas las muertes por trauma se producen en el lugar de la lesión o durante el transporte a un hospital (Demetriades et al., 2005). Como la mayoría de estas muertes se pueden evitar solo al prevenir que ocurra la lesión (es decir, a través de la prevención primaria), un sistema de trauma eficaz tiene una estrategia de prevención de lesiones como uno de sus componentes clave, con datos epidemiológicos locales que se utilizan para identificar iniciativas de prevención.

Es entonces la variabilidad la reina del trauma en Colombia: no tenemos centros de trauma certificados, geográficamente no hay un mapa que los ubique con certeza y cercanía a las zonas vulnerables, no disponemos de equipos humanos formados específicamente en trauma en muchos centros de atención, el manejo pre-hospitalario del trauma es precario o nulo en muchos sitios y finalmente la investigación y generación del conocimiento para trauma es marginal.

Si ya identificamos que es una epidemia mundial, conocemos las cifras que anualmente se están generando ; debe tener una política pública que favorezca desde la visión de salud la construcción de un modelo que articule lo público y lo privado y que la prevención de la accidentalidad no sea una serie de campañas de medios que no logran enlazar con la atención en salud y menos impactar la realidad de muertes prevenibles en un país que quiere abandonar el llamado trauma de guerra pero que aún le hacen falta decisiones trascendentales para controlar este fenómeno epidemiológico que sigue en nuestras estadísticas vitales haciendose evidente con lamentables resultados.