Los doce monos y la nueva normalidad

Artículo por el Doctor Ortiz, Director General de la Clínica, para El Espectador

Todos los días salen los protocolos hacia la “nueva normalidad” y nos hablan de la adaptación, las nuevas medidas, las nuevas normas de la pandemia etc, pero quizás no alcanzamos a procesar tanta información al respecto e integrarla en nuestra realidad personal.

La película de 1995 del director Terry Gilliam “Twelve monkeys” protagonizada por Bruce Willis y Brad Pitt, nos muestra a su protagonista James Cole en una escena post apocalíptica escogido en un penal de condenados a salir a la calle con un traje especial que asegura la protección personal ante un virus que devastó el planeta e hizo que  las personas vivieran aisladas bajo tierra. Deambula por las calles de Filadelfia que luce devastada, y sombría y su único encuentro es con un Oso Grizzly en plena zona comercial de la ciudad. Una de tantas películas de ciencia ficción que hoy se vuelven premonitorias ante las teorías de la destrucción del mundo, de los cambios de la sociedad y lo que venimos viviendo con la pandemia del coronavirus.

Desde la perspectiva de la estadística la normalidad se define entre otras: «una observación es normal cuando su comportamiento es frecuente de acuerdo con un modelo matemático teórico que diferencia lo frecuente de lo raro»

Acá quiero detenerme entonces para ver qué tanta    “normalidad“ estamos enfrentando; es decir si nos parecemos a James Cole cuando decidimos ir al supermercado o salir a la calle. ¿Qué pensamos cuando vemos las marchas de protesta?  vistas como el fruto de la madurez de nuestra democracia en la pandemia aun viva.

Colombia es el quinto país de número de casos acumulados hoy; siendo el primero Estados Unidos, en número de muertes por 100000 habitantes ocupamos el puesto 14. El comportamiento de las ciudades en Colombia muestra que Barranquilla es la de mejor comportamiento y la que viene aun demorada es Medellín según el Instituto nacional de salud en su último informe; estando Bogotá en la mitad de estas dos ciudades.

Quizás todos estos movimientos epidemiológicos hacen dudar sobre lo que queremos llamar normalidad. Claramente no es tampoco parecido a lo que define la real academia: “dicho de una cosa que se encuentra en su estado natural”. Por esto hablar de la nueva normalidad no es correcto pues la pandemia no ha cesado, dependiendo los países y regiones hay comportamientos distintos, tendencias especiales y donde había disminuido esta nuevamente creciendo.

Las redes sociales muestran enormes cantidades de información que permiten discusiones, generan confusiones, polarizaciones y movimientos en contra del uso del tapabocas, en contra de las vacunas, a favor de las movilizaciones, las marchas liberadoras. La vida sigue y mientras unos se quieren cuidar; otros lo quieren evitar, la economía mundial ha sido golpeada de manera brutal e histórica y en estos momentos se retrocedió en términos de indicadores de pobreza, desempleo, violencia e inseguridad ciudadana aproximadamente 15 años.

Los hechos muestran 33 millones de casos a nivel global en contagios y a la fecha va un millón de muertos. No hemos tenido tiempo de medir las secuelas o la discapacidad asociada.

En nuestro país nos hemos cansado de las cuarentenas; pero no hemos calculado cuántos muertos o enfermos hemos evitado con las medidas que se han adoptado; ante esa realidad sigue la reapertura por sectores; todos son prioritarios: el fútbol, los bares, los glamurosos restaurantes, los almacenes de cadena, los espectáculos, el culto público de la religión, los colegios, las universidades etc.

A ratos hago una reflexión personal sobre el heroísmo que el sector de la salud a presentado en nuestro país en esta pandemia y que puede ser medida en términos de indicadores de salud con otros países. La actitud de médicos, enfermeras, terapeutas respiratorios. Los administradores de EPS y de IPS que mejoraron la capacidad de respuesta, el incremento en camas, recursos, normas etc.  Todo se da por hecho, mientras en otros países todos los días aplaudían a esos héroes; acá es una obligación y un derecho adquirido de la criticada ley 100 y sus sucedáneos. Considero ejemplar lo que se ha hecho por la salud de los colombianos en esta pandemia. Allí se debería centrar el valor de la sociedad en esas capacidades de asociarse para el bien común y entender que es la solidaridad y la misericordia por el prójimo.

Volviendo a la película de los doce monos; quisiéramos devolver el tiempo, poder viajar en el y parar el desencadenante de la pandemia y así evitar esa hecatombe mundial. Sin embargo, es poco probable que logremos ese salto cuántico y lo que nos depara el destino es enfrentar de manera inteligente y resiliente los hechos que nos han llegado de manera abrumadora.

La pregunta es: si seremos capaces de lograr de manera responsable como sociedad un acuerdo que privilegie la vida, que redescubra el valor de lo fundamental, que repensemos sobre lo que debemos cambiar, la manera de relacionarnos, la forma de afrontar los grandes problemas y darnos cuenta de que si somos inteligentes podemos repensar la normalidad que nos gobernaba y crear una normalidad más constructiva y solidaria.

Las personas con perspectiva de fe tendrán la capacidad de repensar en lo que escribió San Pablo en la carta a los Romanos: «Todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios». Así poder darle una visión sobrenatural a los acontecimientos y dimensionar mejor el futuro; no obstante, las dificultades del presente.

De pronto el problema es querer volver a la llamada antigua normalidad y quedar como el cristal sin tocarnos ni mancharnos con este punto de inflexión que nos dio la vida.